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Los pueblos solares

Hay puntos míticos en nuestro país, pues todo lo que la naturaleza ha puesto en ellos, todo lo que los rodea y caracteriza, lo convierten en ese lugar diferente que nos atrapa y nos conecta con la belleza de lo ignorado.

La ruta 40 de la Puna de Jujuy es uno de esos trayectos míticos, pues recorre paisajes tan inhóspitos  como soberbios, con gemas increíbles como lo son un volcán o los mismos cerros de colores. A su paso puedo uno sorprenderse con la aparición de rebaños de llamas, que parecieran deambular en la soledad de esa tierra rústica y atrapante.

No se divisan en general ciudades, aunque de a poco aparecen pequeños asentamientos denominados pueblos solares, es decir aquellos que aprovechando la poderosa presencia del sol viven de la energía alternativa que los ilumina, calefacciona y alimenta. Es aquí donde se fusionan lo más rùstico de la naturaleza en plenitud y las tecnologías que hacen posible lo impensado, como por ejemplo alimentar sistemas de riego allí donde el agua escasea.

Y este proceso no es casual, sucede que la Puna recibe por su ubicación una cantidad de radiación solar al año que se compara con un barril de petróleo de casi 200 litros por cada metro cuadrado. Es de solo imaginar cómo brota energía de cada pequeña parcela de esa inmensidad. Por su puesto que esto significa muchas otras cosas más, las temperaturas solar es importante y hay que cuidarse del efecto de la radiación.

A eso deben su nombre los pueblos solares, son poblados que se nutren de energía solar, para organizar la cotidianeidad como para garantizar el trabajo. Generar alternativas energéticas que facilitan la vida de los pobladores es una manera de incentivar también el arraigo de las comunidades en su espacio, respetando su patrimonio, costumbres y cultivos tradicionales como andinos como quinoa, papa, maíz y hortalizas.

Los pueblos solares son la visita que uno no puede dejar de hacer si desea conocer parajes míticos de nuestra Argentina.

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