La selva tiene la magia del color, los aromas, los sonidos, el conjunto comunica a los sentidos de una manera maravillosa. Fue quizás esta una de las razones por la que sus rincones inspiraron crónicas e historias del escritor Horacio Quiroga, quien se enamoró perdidamente de la selva Misionera. Su suelo llamativamente colorado, la vegetación espesa que se posa en la humedad, los árboles y enredaderas altísimas, encogen el marco de un cielo límpido. Un paisaje maravilloso, unas cataratas maravillosas.
Misiones presenta una postal a cada paso, es por ello que se encuentra entre los destinos más elegidos. Allí se encuentra el Sendero Macuco, un recorrido más agreste y menos conocido por la muchedumbre, que permite penetrar a zonas más salvajes, llegar a saltos de agua cristalina y experimentar un contacto más personal con la naturaleza. El trayecto suma unos tres kilómetros y medio, en donde hay que alistarse cómodamente arropado para recorrer y poder observar coatíes, tucanes, monos, mariposas multicolores, mojones amarillos, diversidad de aves, árboles hasta 40 metros de altura y de cientos de años.
También se puede hacer interpretación de la naturaleza, acompañados de la voz autorizada de un guía, caminando o en vehículos 4 x 4. Al llegar al final del corredor se llega a un mirador increíble que se abre a la caída de agua de un arroyo cristalino, afluente del Río Iguazú. El Sendero Macuco es una versión de aventura para seguir descubriendo la selva misteriosa.
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