Es uno de los sitios más significativos de la zona pues, desde 1618, perteneció a los jesuitas. La maravillosa arquitectura que se aprecia y la espectacular historia que cuentan sus paredes hicieron que en el año 1946 se convirtiera en museo.
Los miembros de la comunidad religiosa levantaron una iglesia, una residencia, un claustro, un cementerio, talleres, bodegas y depósitos. En el lugar se desarrollaron actividades agrícolas, ganaderas y vitivinícolas con las cuales se mantenía el Colegio Máximo de Córdoba.
En 1941, la estancia fue declarada Monumento Histórico Nacional, mientras que en el año 2000 la UNESCO la proclama Patrimonio Histórico de la Humanidad junto a otros establecimientos jesuíticos de Córdoba, Santa Catalina, Colonia Caroya, Alta Gracia, La Candelaria y San Ignacio.
La construcción de dos plantas, de galerías imponentes, conserva más de 30 mil piezas de valor entre los que se hayan documentos, mobiliario, utensilios de los siglos XVII y XVIII, pinturas, cerámicas y una colección arqueológica.
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