Engalanada entre barrancas, vegetación abundante, recuerdos de carnavales, ferias y rincones históricos, la ciudad de
Río Tercero brota en las márgenes del
Ctalamochita, relacionada al circuito del Valle por la esencia de sus atractivos turísticos.
Geográficamente,
Río Tercero pertenece al departamento cordobés
Tercero Arriba y aparece a apenas 20 kilómetros del magnífico
Embalse de nombre idéntico al suyo. Turísticamente, integra el circuito conocido como
Valle de Calamuchita, incorporando al mismo, además de sus atractivos naturales, su actividad comercial y recreativa.
Río Tercero ofrece un recorrido industrial, uno citadino, uno cultural y uno natural, convirtiéndose en una de las localidades turísticas más completas del valle, y eso sin considerar su gran oferta gastronómica, hotelera y de productos regionales.
El
Balneario Municipal a orillas del río Ctalamochita y el
Área Verde Autóctona con su corredor biológico y su importante reserva de flora y fauna, hacen al atractivo verde de
Río Tercero, custodiado por imponentes barrancas y acariciado por límpidas aguas.
Historia de Rio Tercero
La ciudad de
Río Tercero encuentra su origen, al igual que otras de la misma región, en la decisión del gobierno nacional de tender las vías ferroviarias entre Rosario y
Córdoba. Entonces, una ley de colonización alentaba a los dueños de campos a lotear sectores con el fin de dar nacimiento a pueblos, y así sucedió en este rincón del territorio.
El
9 de septiembre de 1913, la Provincia de Córdoba aprobó mediante decreto el loteo propuesto por
Modesto Acuña, propietario de los campos ubicados sobre la margen sur del
río Ctalamochita.
A este pionero respondería el primer nombre del pueblo, ya que el mismo no sólo había conseguido el paso del tren sino que había instalado en el lugar una
Estación y un
Galpón de Máquinas, asegurando a la incipiente aldea una actividad laboral importante. Posteriormente pasaría a llamarse
Río Tercero, tal como la estación ferroviaria habilitada para la misma época.
En 1915 el fundador falleció y su yerno
Pedro Marín Maroto se cargó en los hombros el futuro del pueblo a través de diversas gestiones, entre ellas las que en
1939 permitieron la radicación de la
Fábrica Militar dependiente del Estado Nacional, empresa que aportaría a la mutación del pueblo en ciudad.