Impactante desde el camino que conduce a ella,
Iruya aparece perdida entre las montañas de
Salta y casi desconectada del resto del territorio. Una insólita variedad de colores alucina la mirada a lo largo de todo el recorrido de acceso, haciendo de perfecto preludio a esta ciudad enajenante erigida en una especie de espoleo montañoso.
Imagen - Gentileza Secretaria de Turismo de Salta
Iruya es un pueblo con más de dos siglos de historia donde la luz eléctrica de red llegara por primera vez en el año 2000, trayendo con ella las útiles heladeras y la fascinante tecnología de los enchufes, para que al poco tiempo Internet mostrara otro mundo a la escuelita local.
Infiltrada la modernidad, no logró romper con la
tradición protegida con tanto fervor por los habitantes de la localidad. El poblado conserva sus calles angostas, empinadas y empedradas, con casa de adobes, piedras y paja; y los iruyaños persisten en su simpleza, sus vestimentas y costumbres.
Imagen - Gentileza Secretaria de Turismo de Salta
Poco habituados a las grandes afluencias, los lugareños se preparan para la inesperada fama turística de sus tierras con propuestas de
Ecoturismo Cultural. Entre las cuales destacan la
Finca El Potrero, que ofrece la posibilidad de experimentar un encuentro con la cotidianeidad del Pueblo Kolla; las
Ruinas Indígenas de Titiconte de gran importancia arqueológica; y el pequeño poblado de
San Isidro, excursión típica de
Iruya, concretable a pie o a bordo de vehículos 4x4, siempre acompañados.
Las condiciones climáticas de la zona la tornan propicia para ser visitada en el período extendido entre junio y octubre.