A 45 kilómetros de Bahía Rosas, y a 120 de Viedma, las postales comienzan a suavizarse regalando un conjunto de playas con acantilados menos pronunciados y salpicadas por médanos. Un puñado de casitas de fin de semana dan cuenta de aquellos visitantes que se dejan atrapar por la tranquilidad intrínseca de este lugar de la Patagonia argentina. Con poca infraestructura, resulta ideal para los amantes de los destinos vírgenes y la naturaleza pura.