Como dormido en el tiempo por su aspecto añejo y apacible, el pequeño
Yavi aparece en el extremo norte de la provincia de
Jujuy, casi en la frontera con Bolivia, y hacia el este de la ciudad de
La Quiaca, su eterna antecesora como parada turística. Belleza paisajística, riqueza arqueológica, suma tranquilidad, qué más se puede esperar de este poblado norteño sumido en la soledad.
Imagen - Gentileza de la Secretaría de Turismo de la Provincia de Jujuy
Yavi conserva la particularidad de poseer pintorescas casitas de adobe, con techos de caña, barro y paja, pensados para soportar las heladas noches puneñas. Y la desolación de esta escena rústica se profundiza ante la escasa población que resiste en el pueblo. No obstante, su atractivo se alimenta de esto.
Emplazado en una leve depresión del
altiplano, y surcado por el río del mismo nombre, a cuyas orillas crecen profusos sauces, Yavi exhibe una coloración verde contrastante con el paisaje desértico de la región y su tranquila aridez, arrogándose el calificativo de oasis de la
Puna.
Hacia el norte y hacia el sur del poblado, los
yacimientos arqueológicos recuerdan el remoto pasado de esta tierra habitada desde hace más de dos mil años. En tanto que dentro de su mismo centro urbano, una
iglesia de armoniosas líneas arquitectónicas y una antigua y distinguida casa, rememoran el pasado noble de la región.