Histórica, encantadora y colmada de bellezas naturales, la ciudad de Alta Gracia encabeza el departamento de Santa María, Córdoba, destacándose como uno de los destinos más distinguidos del circuito de Paravachasca.
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El paisaje de Alta Gracia confirma la etimología de la palabra con la que los comechingones designaron a este territorio: Paravachasca- lugar de vegetación enmarañada-, y se ubica en un amplio valle envuelto por sierras en forma de herradura.
Entre los atractivos invalorables de Alta Gracia, aparecen las reliquias jesuitas que perduran en su geografía; el arroyo Chicamtoltina que la atraviesa; el Parque García Lorca; los museos de diversas índoles; la casa del Che Guevara; y los dos campos de golf que cautivan aficionados.
Una excelente oferta gastronómica y hotelera completan la infraestructura de Alta Gracia, un rincón de Córdoba donde dejarse invadir por la pureza del aire y la postal embelezante del paisaje, consiguiendo la tranquilidad absoluta algunos y despertando el vértigo los aventureros.
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Historia de Alta Gracia
El origen de la localidad se remonta a la época de la conquista española. Por entonces, Juan Nieto recibió una merced de tierras que abarcaba la región y en 1588 creó allí una pequeña estancia, a la que llamó Potrero de San Ignacio de Manresa.
El siguiente dueño de la propiedad, Alonso Nieto de Herrera, fue quien bautizó la zona con el nombre que hoy conocemos, en recuerdo de un santuario de Extremadura, España, dedicado al culto de la Virgen de Alta Gracia.
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A principios del siglo XVII llegaron los jesuitas a la estancia y construyeron canales para abastecer de agua a las tierras cultivables del lugar. Allí comenzó el desarrollo de Alta Gracia, pero tras su expulsión en 1767, la estancia quedó abandonada para pasar posteriormente a manos de diferentes dueños.
El 14 de enero de 1900, Alta Gracia recibió la calificación de municipio y el 18 de junio de 1940 fue declarada ciudad.