Es el templo más antiguo del país y el único edificio colonial que quedó en pie después del terremoto que destruyó la ciudad en 1894. De gruesas paredes de piedra y cal, costeada por el hijo del fundador, Pedro Ramírez de Velasco, construida con manos de obra “indígena” en 1623. Se destaca el maravilloso trabajo en madera de algarrobo, el dintel y las jambas de su puerta principal, donde se hayan tallados motivos florales y el escudo de la Orden Dominica.