Cada 31 de Diciembre los riojanos recuerdan el Tinkunaco, aquel enfrentamiento ocurrido en 1593 entre los nativos y el renovado poder español que los oprimía. Según expresa la tradición, habrían sido los jesuitas quienes se propusieron rescatar en una ceremonia aquel acontecimiento tan importante para la provincia de La Rioja.
Una procesión sale de la Catedral con la imagen de San Nicolás, en representación de los Españoles; y otra sale de San Francisco llevando la imagen del Niño Dios Alcalde, en representación de los Diaguitas. Dos procesiones, saliendo de lugares distintos, pero dirigiéndose hacia un mismo lugar: la Casa de Gobierno, dónde se van a encontrar.
Cuando las dos procesiones se encuentran, todos, incluido el Santo, se arrodillan ante el Niño Jesús Alcalde. Se igualan, todos están contentos y aplauden: diaguitas y españoles han procreado, les ha nacido un hijo: el Pueblo Riojano.
El Intendente entrega al Niño la llave de la ciudad, reconociendo su autoridad superior, para que luego, el 3 de enero, en la ceremonia que despide a las imágenes dando por concluida las fiestas, el Niño devuelva el gesto al Intendente entregándole una Biblia con el acompañamiento de las plegarias de todo el pueblo.
