Las afueras de la ciudad de Tilcara tienen escondidas sorpresas que dejarán sin habla a quienes las descubran. El Pucará es una de ella: este conjunto de ruinas milenarias se esparce a lo largo y ancho de más de siete hectáreas, en lo alto de un morro, junto al sitio dónde confluyen los ríos Guasamayo y Grande.
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Siendo uno de los poblados prehispánicos más importantes de la Quebrada de Humahuaca, este Pucará (que en idioma quechua significa lugar fortificado) sorprende con la complejidad de sus estructuras y su estudiada ubicación: de un lado los acantilados sobre el río Grande y del otro las sinuosas laderas, resguardaba a sus habitantes de posibles ataques.
Esta pequeña ciudad de piedra fue exhumada a comienzos del siglo XX por los pioneros de la arqueología nacional Juan Ambrosetti y Salvador Debenedetti. Eduardo Cassanova continuó con tremenda labor y fue el responsable de la reconstrucción de algunos recintos. En la actualidad se puede identificar un conjunto ceremonial conocido como "la iglesia” conformado por recintos de corrales, patios, altares y sepulcros; el "taller lapidario", ubicado en lo que fue un barrio artesanal en el que se producían ornamentos con minerales como el alabastro y la malaquita; unidades simple con dormitorio y un sepulcro redondo en el patio; restos de lo que fuera una necrópolis; y vestigios de numerosas murallas.
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Transitarlo es hacer un viaje hacía miles de años atrás para encontrarse cara a cara con la cultura de antiguas comunidades norteñas. Según estudios, se afirma que estas tierras contaban con pobladores ya en el siglo X, y que aquí residieron los gobernantes de los tilcaras.
Para quienes gusten de conocer más sobre estas latitudes, el cercano Jardín Botánico de Altura y el atrapante Museo Arqueológico Dr. Eduardo Casanova serán dos lugares imperdibles.
